¿Tan solo palabras? Algunos elementos  para entender el lenguaje como un hecho social.

Las personas nacen en un contexto social, aprenden un lenguaje, unas costumbres, se les inculcan creencias, ideas e imaginarios, y en general, desarrollan sus vidas como si todo lo anterior hubiera sido así desde siempre. Idealmente, la educación debería dar a las personas las herramientas necesarias para comprender que hacen parte de una historia humana que cambia perpetuamente (al igual que sus historias personales), pero desafortunadamente muchos de los modelos educativos dominantes tienden a transmitir una imagen fija de la vida social y a reforzar la impresión que todo ha sido igual y continuará (o debe continuar) siéndolo. O lo que es incluso peor, pueden llevar a afirmar sin ningún esfuerzo de reflexión, que todo tiempo pasado fue mejor.

Sin embargo no hay nada mas falso.

Las sociedades humanas son altamente cambiantes; no vivimos de la misma forma en que lo hicieron las personas en los siglos II, XII o XVIII. De hecho, varias estudiosas han llegado a la conclusión de que la temporalidad se ha acelerado [1], y con ella muchos cambios en las prácticas sociales, patrones de comportamiento y normas para vivir en comunidad. Comprender esta realidad es absolutamente necesario cuando se trata de abordar fenómenos sociales como el lenguaje. Este hecho, debería ser obvio, pero sorprendentemente para muchas personas se vuelve un asunto mucho, muchísimo mas complejo, dado que asumen que las reglas sociales con las cuales crecieron, estuvieron ahí desde siempre y no deben modificarse.

Cada tanto tiempo (a decir verdad casi todos los días), se encuentran referencias a lo que se llama «lenguaje inclusivo». Personas que defienden su uso y personas que lo critican, discuten todos los días, sobre todo en redes sociales. En principio, no se trata de un hecho nocivo, pues estos debates en ocasiones permiten un inteligente intercambio de ideas que es necesario y beneficioso. No obstante, en demasiados casos son debates que se apoyan en simples opiniones, conocimientos distorsionados o mal adquiridos (a través del prisma de los prejuicios), o que provienen derechamente de una total ignorancia. Es por esto último que he decidido contribuir a este importante debate desde mi campo de competencia: La sociología.

Si bien es cierto que lo relacionado con el lenguaje corresponde a la lingüística y sus campos específicos de análisis, siendo el lenguaje en sentido amplio un fenómeno social (solo es posible aprender a hablar en sociedad, interactuando con otros seres humanos), la sociología tiene elementos argumentativos, originados en investigaciones teóricas y de campo, para intervenir y aclarar varias ideas.

Antes de comenzar, valga la pena señalar que para comprender y entrar a dialogar con los argumentos sociológicos, es necesario aceptar previamente que tanto la lingüística como la sociología son ciencias, y que basan sus conclusiones en investigaciones que siguen métodos científicos apoyados en evidencias empíricas. No entraré a debatir sobre este punto aquí (tengo una entrada en preparación orientada a este tema en particular), pero señalo que es necesario, porque muchas de las posturas que cuestionan al lenguaje inclusivo son anti científicas, o niegan la cientificidad de la lingüística como única forma de validar sus postulados. Sin ese requerimiento no vale la pena seguir leyendo, pues el desarrollo discursivo se apoya en investigaciones sociales.

¿Por qué el lenguaje [2] es un fenómeno social? Como se dijo más arriba, aprender a hablar y lo que viene asociado a ello (pensar, escuchar, escribir), se logran en sociedad. Mas allá de los experimentos barbáricos que se han hecho con los llamados «niños salvajes» [3], muchos estudios han suministrado numerosas evidencias sobre ese hecho. Es por esta razón que la sociología interviene de forma general, pero también de forma específica a través de la sociología del lenguaje. Dado que existe una interacción dinámica entre los comportamientos lingüísticos y los hechos sociales, económicos y culturales, en este punto es fundamental señalar que aunque dependa de los órganos del habla y ello implique un componente biológico, el lenguaje no tiene una base instintiva apreciable, no es un fenómeno natural.  La comunicación humana es un hecho cultural [4].

El lenguaje es entonces no solo el conjunto de sonidos producidos por el órgano fonador, sino también y sobre todo un proceso histórico, una herencia cultural. Así,

«Contra toda apariencia, en momento alguno existe la lengua fuera del hecho social, porque es un fenómeno semiológico. Su naturaleza social es uno de sus caracteres internos ; su definición completa nos coloca ante dos cosas inseparables, como lo muestra el esquema siguiente: [Lengua + Masa hablante]. (.) Como el signo lingüístico es arbitrario, parecería que la lengua, así definida, es un sistema libre, organizable a voluntad, dependiente únicamente de un principio racional. Su carácter social, considerado en sí mismo, no se opone precisamente a este punto de vista. Sin duda la psicología colectiva no opera sobre una materia puramente lógica; haría falta tener en cuenta todo cuanto hace torcer la razón en las relaciones prácticas entre individuo e individuo. Y, sin embargo, no es eso lo que nos impide ver la lengua como una simple convención (…) : es la acción del tiempo, que se combina con la de la fuerza social ; fuera del tiempo, la realidad lingüística no es completa y ninguna conclusión es posible.»  (5)

Una de las razones más importantes por las cuales el lenguaje humano es diferente de la comunicación entre los animales, está fundamentada en la semiótica, es decir en la creación de significados abstractos. El pensamiento complejo, la conciencia de la existencia, de la muerte, las expectativas frente al futuro, las metas y sobre todo la búsqueda de un significado para la propia vida, se construyen y construyen a su vez, a través del desarrollo del lenguaje, este proceso dialógico y dialéctico a través de las experiencias de vida. Es un proceso de construcción reciproco. Es por eso que muchas palabras pueden tener un significado en un lugar o época, mientras que en otro este cambia parcial o totalmente. Tomemos el ejemplo de la palabra negro en español; usada por ejemplo en Colombia, por lo regular no implica consecuencias salvo en determinados contextos. Esta misma palabra utilizada en inglés (en sus variantes nigro o nigga) o en francés, tiene un significado profundamente peyorativo y puede implicar graves consecuencias (sociales y legales) en todos los contextos. Y como este existen numerosos ejemplos. Otra prueba evidente del hecho de que el lenguaje no es natural, es el hecho de nombrar el mismo objeto o fenómeno de diferentes formas, con diferentes palabras, que dependen de los marcos culturales en los que se originan.

En este orden de ideas, es posible concluir entonces que la lengua depende de los hablantes y no del objeto nombrado; en otras palabras, son las personas o grupos de personas las que crean sus significados. Y estos están asociados a sus experiencias individuales pero sobre todo en sociedad. De allí que el lenguaje sea entonces una construcción social, con todo lo que esta afirmación implica.

«Si la lengua depende de algo es de los hablantes». Sus comportamientos, prácticas, actitudes, ideologías, sentimientos, todo su universo subjetivo y cognitivo, se construye con una enorme participación del lenguaje y como bien lo explica Michel Renyé, «la lengua es un hecho social y como tal un reflejo del vínculo entre lenguaje, pensamiento y organización de las sociedades» [6]. Esta última afirmación, es básica para comprender el papel desempeñado por el lenguaje en la configuración de la estructura de las desigualdades sociales.

Por estructura social debe comprenderse en general [7] la organización de las relaciones sociales en una sociedad o comunidad, que permite el desarrollo de la vida en sociedad. El arte, la cultura, la religión, el Estado, la estratificación, la familia, etc., son estructuras sociales. Si bien la forma de las estructuras sociales depende en gran medida de las acciones de las personas, el lenguaje desempeña un papel fundamental porque a través de él se asignan valores, significados y por lo tanto posiciones [8] dentro de la sociedad, las cuales pueden estar afectadas por relaciones de poder. La palabra «familia» no hace referencia sólo a la unión de dos personas que quieren tener hijos, sino que implica además una organización de las relaciones entre estas dos personas, y entre la pareja y el resto de la sociedad. Todo lo que a priori no se encuentre enmarcado dentro de la definición oficial (pareja hombre mujer, uno o mas hijos, relaciones consanguíneas, una relación de un cierto tiempo, un trámite de reconocimiento legal, etc.), no es reconocido. Este concepto ha debido sufrir múltiples cambios porque ha debido adaptarse a las transformaciones en las relaciones sociales, pues éstas NO SON ESTÁTICAS, sino que están en continua evolución. De allí que hoy se hable de familias monoparentales, compuestas, simultáneas y homoparentales.

Ahora bien, una constatación real es que todo lo mencionado anteriormente no tiene un carácter neutral, es decir, obedece a intereses, emociones, ideas y representaciones que tienen las personas. La sociedad, tal como explican quienes la han estudiado por décadas, se construyó y está atravesada por relaciones de poder, jerarquías, clasificaciones y desigualdades, que ponen a unos seres humanos en ventaja o desventaja con relación a otros, en lo que en muchas ocasiones implica ejercicio de la fuerza o de la violencia, en sus diferentes formas (física, simbólica, económica, etc.). Y El lenguaje refleja y a su vez contribuye a la construcción y permanencia de esos fenómenos. Usar palabras no es sólo nombrar, es atribuir significados y éstos últimos no son neutros, crean y a su vez se crean (como bien lo explica el sociológo francés Pierre Bourdieu) en la matriz de las estructuras sociales. Tomaré un ejemplo para explicar este punto. En Bogotá el término ñero se refiere a un grupo de personas que comparten una serie de características consideradas como indeseables, negativas e incluso, ridículas. Dejo a discreción de quienes leen, asignar estas características, que se expresaran sobre todo en el origen social, la vestimenta, la forma de hablar y la forma de comportarse, así como prejuicios vinculados a la delincuencia. Las personas con estas características, en general tienen condiciones de vida difíciles, carecen de trabajo, de viviendas dignas, una alimentación sana y variada, de acceso a la cultura, a la educación, entre otros. Su forma de vida marginalizada los lleva tempranamente a las cárceles o a morir jóvenes. Y su influencia sobre el conjunto de la sociedad es bastante limitada. Ahora, pensemos en lo que en Bogotá significa el termino gomelo. Son un grupo de personas que pueden tener características igualmente peyorativas y ridículas. Les dejo el espacio abierto para que atribuyan dichas características. No obstante, las condiciones de vida de este grupo social no son las mismas que la de los llamados ñeros. No son personas que se encuentren en dificultad, tienen garantizado el acceso a los derechos y en general tendrán una vida cómoda. Pero estos no son los aspectos sobre los que quiero llamar la atención, sino sobre las posibilidades que tienen los gomelos de ejercer poder. De hecho, las características que se les atribuyen corresponden precisamente a las ventajas sociales que tienen (entre otras, las de excluir a los ñeros de sus espacios y de ejercer otras formas de poder sobre ellos – a menudo los gomelos son hijos de personas con dinero y pueden acceder a cargos en el Estado-). Por eso no se les nombra con la misma palabra, y en el universo social bogotano, ser llamado de una u otra forma o ser asociado con las características del uno o del otro, supone una diferencia enorme (por ejemplo, a la hora de ser admitido en una entrevista de trabajo, de acceder a la cultura o de disfrutar de derechos). Al respecto hay numerosas investigaciones [9]

El ejemplo anterior, aunque bastante escueto, demuestra que llamar a alguien de una determinada forma es etiquetarlo y asignarle un lugar físico, pero sobre todo simbólico en la sociedad. Ese mismo ejercicio de análisis se puede hacer con todas las categorías creadas con el lenguaje, y es especialmente ilustrativo cuando se trata de expresiones peyorativas que ejercen violencia, pero no se reduce a estas. Tomemos un ejemplo mas «inofensivo», el caso de la palabra normal. Este término puede tener múltiples significados y puede ser empleado en diferentes contextos, pero para lo que nos interesa en este texto, analizaremos su uso aplicado a lo que las personas son. ¿Qué entienden ustedes, quienes leen, cuando escuchan que una persona es normal? Es muy seguro que puedan asignarle características de comportamiento, apariencia, estado de salud, etc. Características que han sido previamente definidas a lo largo del desarrollo de las sociedades, y que nos han inculcado desde nuestra infancia. Las personas que se salen del marco de lo que ha sido definido como normal, se convierten entonces en anormales, raras, extrañas. Ahora, coloquen ustedes las características asociadas a las personas anormales. Estoy segura que muchas de ellas han sido peyorativas y hasta injuriosas.

Los seres humanos han tenido desde siempre una tendencia cultural (sobre todo en occidente), a sentir miedo y desconfianza de lo extraño, de lo que no es común. Por ejemplo, la mayoría de personas tiene una tonalidad de piel que es uniforme. Las personas cuyo color de piel no lo es (como en el caso del vitíligo o los lentigos), se convierten en extrañas, y pasan a ser tratadas como no normales o anormales. Este tipo de reacción tiene consecuencias que suelen ser muy negativas para las personas que tienen esas condiciones, porque tienden a ser discriminadas. Si al hecho de tener una piel homogénea se le suman además otras valoraciones socialmente construidas, (como la belleza, la clase social, la riqueza, la posesión de bienes o de poder -como fue el caso de los ciudadanos europeos durante varios siglos-) tenemos una configuración social que conduce a practicas como los prejuicios (asociar a las personas de piel oscura con el atraso, la pobreza o la «fealdad»), o la segregación (dividir zonas de los espacios públicos y privados para separarse de los raros, de los que no son como nosotros, de los que no son normales). Ciencias como la biología y la antropología han demostrado suficientemente que el color de piel no supone una diferencia real, que distinga a los seres humanos mas allá de su aspecto, y la lucha por los derechos civiles ha establecido la igualdad de derechos entre personas cuya capacidad NO se ve afectada por su color de piel, pero los prejuicios subsisten. Y como se vio mas arriba, la palabra «negro» en español, se convirtió en el recordatorio de esa condición de anormalidad cargada de una semántica peyorativa, humillante e injusta. Si nos referimos brevemente a la palabra raza, notaremos que muchas personas se niegan a usarla y otras dicen que es un concepto erróneo precisamente como resultado de las luchas de los grupos sociales, calificados como anormales por su color de piel, y se ha reemplazado por grupo étnico o grupo humano. Cuando hablamos de una persona con características diferentes a las nuestras, cada vez mas evitamos usar la palabra raza. El contexto ha cambiado.

Otro ejemplo puede ayudarnos a entender mejor la evolución en el lenguaje. En Colombia, hasta hace unos años se usaba el termino «desechable» para referirse a las personas que se encuentran en situación de calle. Hoy en día, para la inmensa mayoría es impensable emplear ese término, precisamente porque muchos activistas lucharon por dar un poco de dignidad y sobre todo por hacer existir esas personas en la sociedad. Nombrar es asignar un lugar en el seno de los grupos humanos. Hoy en dia se les llama habitantes de calle o ciudadanos habitantes de calle.

¿Qué tiene todo esto que ver con el lenguaje inclusivo? Por mas que les moleste a muchas personas, es el resultado de luchas que han dado colectivos discriminados precisamente por no ser «normales» en lo que se refiere a la orientación sexual. Veamos un ejemplo. En Colombia el termino «volteado» hacia (y por desgracia, en algunos sectores sigue haciendo) referencia a las personas LGBTI (sin distinción de su orientación especifica). Sé que con esta palabra muchos pensamientos y recuerdos vendrán a la mente de quienes leen, y de seguro, igualmente imágenes peyorativas de las personas designadas de esta forma. Si ha caído en un relativo desuso, es porque desde los años 90’s los colectivos LGBTI han luchado por re-dignificar su situación, por que se les trate como personas con derechos y no como sujetos anormales, aberrados, desviados o voltedos, excluidos de la sociedad de los normales. Dejar de usar términos que los excluyen, permite su acceso a derechos básicos así como su desarrollo como cualquier otro ser humano. Numerosos estudios han demostrado (para el caso de las personas de diferentes etnias, las personas habitantes de calle y la población LGBTI, que son los ejemplos nombrados en este texto), que sus condiciones particulares no determinan ni su nivel de ética, ni su capacidad de aportar a la sociedad, ni ningún otro aspecto de los que han sido empleados para discriminarlos.

Algunas las personas se preguntaran por que no es suficiente este reconocimiento. Como han explicado numerosos lingüistas (y como ponen en evidencia los ejemplos anteriores), el lenguaje es una estructura social con la cual es posible ejercer poder y violencia, esta ultima de carácter simbólico (dado que la violencia no es solo física). Y muchos sectores (especialmente conservadores y anticientíficos) se empeñan en no reconocer ni la existencia ni los derechos de esas personas, encontrando en el lenguaje formas de seguir excluyéndoles de la sociedad. Cabe mencionar que lamentablemente algunas corrientes teóricas en sociología colaboraron con este propósito en el sentido de convertir en categorías de análisis los conceptos de desviado o anormal. Estos planteamientos fueron contestados por las corrientes posteriores de finales del siglo XX impulsadas principalmente por fuentes filosóficas que propusieron como enfoque el reconocimiento de las historias individuales de las personas, en sociedad.

Concomitante con todo lo anterior, las diferentes identidades individuales contenidas dentro del colectivo LGBTI buscaron un reconocimiento social que las protegiera de la inclemente violencia que les afecta a diario, presentada bajo diferentes formas, pues dentro de esa comunidad existen personas que soportan condiciones de exclusión mucho mas acentuadas. Porque, efectivamente, no es lo mismo una mujer lesbiana que una mujer trans o que una persona intersexual. Si un hombre decide realizar una transición porque se siente como una mujer y quiere ser tratada como tal, es extremadamente violento seguir empleando términos o palabras que niegan este sentir solo con el fin de mantenerse en marcos de normalidad que ya no se ajustan a la evolución de los comportamientos sociales que reconocen los derechos de esas minorías. En ese orden de ideas, insistir en llamarla «señor», «él», «travesti», «es un hombre» etc., niega su identidad, la fuerza a seguir patrones de comportamiento con los que no se siente identificada, además de infligir humillación y producir frustración. Y por más que se insista en el hecho de que «biológicamente» son hombres, o que «yo creo que se niegan a sí mismos», en realidad esos aspectos no le restan ni dignidad ni capacidades a las mujeres trans (ni a gais, lesbianas, ni a nadie). Existen múltiples investigaciones y trabajos académicos que prueban que la orientación sexual no tiene nada que ver ni con el comportamiento ético, ni con el desempeño profesional ni con la adquisición de valores. No hay entonces NINGUNA razón para persuadirlas u obligarlas a ser lo que no son, como no sea simplemente entrar en marcos de comportamiento arbitrarios, artificiales, e innecesarios.

En este punto, debe ser bastante claro para quienes leen con atención y con capacidad reflexiva, que el lenguaje inclusivo NO se reduce únicamente a la comunidad LGBTI, sino que en realidad es un resultado de las luchas de diferentes colectivos de seres humanos por ser respetados independientemente de lo que son, mas aun si se trata de personas sometidas a condiciones de pobreza, violencia, exclusión y dolor [8]. Negarles su identidad, es a menudo el origen de muchas de las violencias que soportan. Dejar de emplear términos denigrantes, palabras inadecuadas o con intención peyorativa (con el fin de excluir u obligar a los miembros de minorías a adoptar comportamientos o identidades con las que no sienten comodidad), es algo que se ha hecho desde siempre, pero que se ha visibilizado en la época Moderna, de forma concomitante con las luchas sociales por el reconocimiento y respeto a la dignidad de esas comunidades.

Lenguaje inclusivo es entonces básicamente TODO aquel que busca restituir la dignidad, la ciudadanía, el derecho a existir, que tienen las diferentes comunidades humanas que habitan en el interior de la sociedad. Conquistas tales como pasar de llamar «nigga» o «negro» a afrodescendiente, de «desechable» a persona habitante de calle, o de «volteado, aberrado» a gay o mujer trans, significan la (re) inclusión de esas personas a la comunidad humana y el respeto de su dignidad.

Notas.

  1. De acuerdo con Nicole Aubert la sociedad contemporánea se encuentra en una situación de aceleración del ritmo de vida, que se expresa a través de la «urgencia permanente» y de una obligación de adaptación ligada casi a la sobrevivencia. @ la recherche du temps, 2018.
  2. Para una definición del concepto de lenguaje, ver Saussure, Ferdinand. Curso de lingüística general, 1983
  3. Los niños totalmente aislados desde la más tierna infancia y recuperados después de la pubertad no consiguen desarrollar plenamente lo que llamamos lenguaje. Ver más en http://xoccam.blogspot.com/2007/02/los-nios-salvajes-y-el-lenguaje.html
  4. Las palabras y las cosas. Michel Foucault.
  5. Para una definición del concepto de lenguaje, ver Saussure, Ferdinand. Curso de lingüística general, 1983
  6. Pensamiento – Lenguaje – Préstamos para la igualdad: género. Michel Renyé https://www.mujerpalabra.net/pensamiento/lenguaje/prEstamosIgualdad/14lafalaciadelprescriptivismo.htm
  7. Pérez Porto, J., Gardey, A. (2 de octubre de 2017). Definición de estructura social – Qué es, Significado y Concepto
  8. Sobre la teoría de los campos sociales, https://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/sociologia/1999_n12/art015.htm
  9. Estudios sociolingüisticos al respecto, https://academicworks.cuny.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=2939&context=gc_etds

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